domingo, 30 de enero de 2011

Para la justicia, femicidas libres


Irina Laura Montoya (25) y su amiga María Dolores Sanchez (19) eran de Chañar Ladeado, Santa Fe. A mediados de febrero de 1998 salieron de Rosario rumbo a Comodoro Rivadavia. Llegaron a la rotonda de Guaminí y ahí Eduardo Elicabe ofreció llevarlas hasta Bahía Blanca. Elicabe se desvió de la ruta 33 por un camino vecinal que llega hasta la estación García del Río. Les disparó con un arma.

A las seis de la mañana, un camionero que pasaba por el lugar encontró los cuerpo. María Dolores estaba muerta y violada: Irina agonizaba y murió - poco despúes - en el Hospital Penna de Bahía Blanca.

Eduardo Fermín Elicabe fue condenado a reclusión perpetua en el 2000. Sin embargo, a principios de enero de este año quedó en libertad. Ahora planea pasar el resto de sus días en un campo cercano a Coronel Dorrego.

Pablo Cuchán asesinó e incineró a Luciana Moretti (16) en 2004 en Ingeniero White, localidad portuaria cercana a Bahía Blanca. En 2007 fue condenado a 18 años de prisión por "homicidio simple". Además de los privilegios que tiene en la cárcel, tiene altas probabilidades de conseguir la libertad en el corto plazo. Seguramente ya estará pensando en cómo pasará el resto de sus días.

Todas estas historias nos muestran que vivimos entre potenciales femicidas; se ve en las miradas, las palabras, el gesto físico. El odio hacia las mujeres se reproduce y materializa incansablemente. A veces se percibe, a veces no.

La tolerancia del Estado y la sociedad a la violencia hacia las mujeres es alarmante. Y el 2011 empieza con fuertes señales: Ricardo Barreda, José Arce (que acaba de ofrecer la casa donde murió Rosana Galiano para salir de la prisión donde está acusado de ser el autor intelectual del crimen de Rosana). Elicabe, Cuchán (y tantos otros que desconocemos) seguirán pensando en el resto de sus días, pero lejos de las rejas.

La justicia, amparada en la corrección técnica de sus decisiones, despliega su mayor misoginia liberando a los femicidas.

Irina y María Dolores nunca llegaron a Comodoro: sus vidas terminaron en manos de la peor barbarie machista. Nunca imaginaron, mientras armaban su viaje, que el resto de sus días entrarían en una mochila.






(Nota de Acciones Feministas para LAS12, del diario Página 12, publicada el 21 de enero de 2011)

Agradecemos especialmente a Luciana Peker.



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